“Las niñas buenas no se respetan”

MARÍA NANDÉ

Siempre fui una niña muy buena.

Y las niñas buenas, no se respetan.

Fui la primera de la siguiente generación.

Mis padres eran jóvenes  y  cuando llegué a este mundo, mi familia pasaba un momento muy duro debido a la enfermedad terminal de mi abuela paterna, a la que pude conocer solo durante mi primer año de vida.

“¡Un bebé siempre trae alegría!” o al menos eso decían los adultos que me rodeaban, que por ver una sonrisa en la cara de mi pobre abuela, me separaban de los brazos de mi madre.

Y aquí comenzó mi historia: nací para cuidar de los demás.

Fueron dos años en los que mi reinado fue exclusivo. Era la niña consentida por todos, a la que mimaban y colmaban de regalos. No había límite, ni límites.

Y, ¿qué sucede cuando no hay límites? Que no aprendes a decir NO.

Dejé de ser bebé para convertirme en una niña que quería descubrir mundo. Tenía mucha imaginación y era muy divertida, por lo que siempre estaba rodeada de otros niños y niñas que querían jugar a los juegos que me inventaba.

Pronto le cogí el gustillo a eso de ser liderar esas “aventuras de parque” sin saber que justamente esto, me iba a llevar a vivir las consecuencias de mi corto pasado: cuando otro niño o niña interrumpía mi juego, me quitaba mi juguete o me hacía daño, no sabía expresar lo que sentía y me dejaba mangonear. Ni siquiera lloraba.

Triste, ¿verdad?

Fueron muchas otras las situaciones del día a día que me llevaron a sufrir bullying

Y en todas ellas, la historia que se repetía era la misma: priorizar lo que otros deseaban por encima de lo que yo necesitaba .

Cuando llegó la adolescencia, empecé a sentirme invisible y eso trajo consigo algunos cambios en mi comportamiento:

No era capaz de encajar en ningún grupo de amigas porque no sabía quien era ni que quería y eso me hacía sentir diferente.

Aprendí a ser alguien que en el fondo sabía que realmente no era para sentirme parte del grupo.

Sostuve relaciones tóxicas que retroalimentaban esa invisibilidad en la que me sentía calentita.

Y así llegué a la adultez.

Notaba que ese desconocimiento de mi propia identidad, cada vez afectaba a más parcelas de mi vida. Mi independencia, mi trabajo, mis relaciones familiares… Seguía buscando donde estaba ese “defecto” que me hacía ser diferente a las demás y no encajar.

Hasta que la vida se cansó de darme oportunidades para que me hiciera cargo de mi, dándome una fortísima sacudida: mi primera hija, Inés, fallece el dia antes de nacer, sumergiéndome en una profunda depresión.

Había tocado fondo. Lo único que me quedaba era abrazarme y cuidarme para poder salir a la superficie. Y eso me daba muchísimo miedo. 

Me sentía una completa desconocida

Descubrí a una persona llena de culpas, que tenía poco que aportar a la vida, colmada de vergüenza y de miedos.

Y lo peor fue descubrir que nada me hacía sentir feliz porque no sentía nada.

Comencé a hacer terapia. Necesitaba sentirme acompañada para hacerme cargo de esta enorme maraña, que tenía que empezar a desenredar muy poco a poco. Hasta que finalmente, comencé a conectar con quien era para comenzar a cuidarme.

Empecé a tomar consciencia de muchas sensaciones y a reconocer mis emociones detrás de cada una de ellas. Observé lo que me incomodaba y como reaccionaba ante ello, lo cual, en muchas ocasiones,  me llevó a verme cara a cara con una parte de mi que no me gustaba. Con el tiempo y mi dedicación, comencé a aceptar y a querer a la persona que soy dándole valor a lo que verdaderamente es importante para mi.

Ahora, con 41 años, puedo decir que he aprendido a cuidar de mi.

Y, ¿sabes a qué me ha llevado ese aprendizaje?

A saber cuidar mejor de los demás, siendo más respetuosa  conmigo y desde lo que puedo o deseo hacer.

A dejarme cuidar, confiando plenamente en las manos de quien me acompaña, ya que son tan valiosas como las mías e incluso más.

Y a permitirme equivocarme para poder tener la oportunidad de aprender a reparar.

Mi historia con la Cosmetología

¿Sabes que hizo que la cosmetología se convirtiera en una de mis mayores pasiones hasta el punto de dedicarme a ello? Querer ayudar a otras mujeres a conectar con su bienestar para sentir su auténtica belleza.

Vengo de un linaje familiar donde la belleza fue más un inconveniente que un beneficio. Pero, ¿sabes que sucede con lo prohibido?

Que en algún momento alguien se revela y muerde la manzana.

Mi madre fue mi inspiración.

No necesité más que su pequeño neceser de básicos para querer adentrarme de lleno en este mundo.

De pequeña me pasaba horas mezclando sus sombras de ojos con labiales y cremas con maquillajes para obtener acabados diferentes.

Unos años más tarde, mi sed por aprender más sobre como se creaban esos cosméticos me llevó a elegir dedicarme a ello profesionalmente. Me gradué en química y tras dedicarme casi veinte años a la enseñanza, elegí especializarme en cosmetología.

Comencé creando rutinas de belleza que me permitieran ayudar a otras mujeres a cuidarse pero, ¿cual fue mi sorpresa?

Que las mujeres no solo necesitamos una rutina de belleza bien establecida y de acuerdo a nuestras necesidades actuales, sino que también necesitamos que nos escuchen, que empaticen con nosotras y que nos mimen aunque sea por un instante de tiempo.

Me seguí formando para ofrecer a mis clientas el mejor cuidado posible y una vez que mi metodología se fue depurando decidí comenzar a formar a profesionales del sector de la belleza y el cuidado para que ofrecieran a sus clientas un servicio integral que uniera la alta especialización en cosmetología y un cuidado excelente.

Mi historia con el Coaching

A estas alturas de la historia, ha debido quedarte muy claro que me encanta aprender para mejorar mi forma de ayudar a los demás.

Esto es lo que me llevó a sumergirme en el mundo del coaching.

Como buena multipotencial usuaria de redes sociales, en las que sigo perfiles de tropecientas temáticas diferentes, las cookies me mostraron algo que estaba en ese momento muy de moda y que decía así: ¿quieres convertirte en coach?

Entre las cookies, las horas de terapia a las que había acudido y que las sesiones con mis clientas cada vez iban más de cuidado mental y emocional, mi curiosidad me hizo adentrarme en ese mundo para descubrir que con ello no sólo podría ayudar a mis clientas  a cuidar su exterior, sino que podría acompañarlas a vivir una experiencia que les permitiría descubrir como disfrutar de su auténtica belleza.

Fueron muchos los cursos y conferencias que a esta idea le siguieron hasta sentir que estaba preparada para ofrecer lo mejor de mi.

Si tienes curiosidad por mi titulitis...